La tecnología está presente en las aulas desde hace bastante tiempo. Si nos detenemos a observar un salón de clases, seguramente encontremos tecnología que se presenta de diferentes formas. Sin embargo, el uso de la tecnología con fines didácticos puede resultar desafiante cuando no sabemos exactamente cómo integrarla a nuestra práctica diaria.
Muchas veces nos proponemos usar tecnología en el aula sin saber exactamente qué queremos hacer. Esto suele suceder porque forzamos una planificación originalmente no preparada para la integración de herramientas tecnológicas a nuestras actividades escolares. Si queremos incorporar tecnología en el aula, es importante detenernos a pensar si lo que queremos es simplemente usarla como una herramienta esporádica o integrarla a nuestra planificación didáctica como un espacio dinamizador de las prácticas escolares. Forzar su uso no conduce a otra cosa más que proyectos truncos, que terminan por dar productos que poco tienen que ver con el compartir conocimiento y generar prácticas fundamentadas.
En algunas ocasiones, con tal de usar tecnología en el aula tendemos a olvidarnos cuál es nuestro objetivo. Por ejemplo, si quisiéramos que nuestros alumnos redacten una carta a un amigo, ¿qué herramientas tecnológicas usaríamos para escribir y enviar esa carta? Muchos pensarán en un correo electrónico; otros pueden pensar que el email ya no se usa para escribirse con amigos, sino más bien para comunicarse por cuestiones laborales. Algunos pueden llegar a pensar en pedir a los alumnos que escriban un tweet. Pero, ¿ese tweet cumple la función comunicativa que queríamos lograr con la redacción de la carta a un amigo? Es decir, ¿no nos estaremos equivocando de herramienta tecnológica y forzando una situación inexistente?
Usar tecnología no es equivalente a integrarla efectivamente. Para integrar las herramientas tecnológicas a nuestras prácticas diarias es necesario planificar previamente, teniendo en cuenta qué objetivos perseguimos. La tecnología debe ser parte del día a día, no una opción que ponemos en funcionamiento cuando otros recursos se han agotado. Al planificar pensaremos en qué queremos que los alumnos hagan con la tecnología, cómo la usarán, y cuanta exposición al recurso tendrán, entre otras cuestiones. El propósito será que los alumnos sean creadores de sus propios conocimientos y los motivaremos a poner en acción sus estrategias de pensamiento crítico.
La tecnología debe servirnos para incentivar su uso dentro y fuera del aula. Un buen proyecto que incorpore TIC en nuestras aulas deberá – por sobre todo – facilitar las actividades que de otra forma serían imposibles de llevar a cabo. También deberá ser el eje central de nuestra planificación, posibilitándonos integrarla para que sea esencial en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Para que todo esto cobre sentido y sea provechoso para nuestros alumnos, debemos recordar que capacitarnos en el uso de herramientas tecnológicas es de vital importancia. Usar un recurso de moda no nos convertirá en mejores docentes si no las manejamos con idoneidad. Prepararnos para las tecnologías que están en uso y las que vendrán es nuestro deber como educadores del nuevo siglo.
Verónica Pintos
(3) Comentarios