El universo los Recursos 2.0 ha disparado infinitas posibilidades. La cantidad y variedad de herramientas son casi inconmensurables. Las posibles aplicaciones parecen ilimitadas.
Rodeados de tantas opciones para elegir, muchas veces nos perdemos dentro de este universo, como si se tratara de estar dentro de una tienda de 15 pisos a la que entramos a ver qué hay que nos pueda ayudar. Algunos de este extremo, eligen no saber qué se ofrece, negándose quizás a la mera existencia de estos recursos. Los del otro extremo quizás son compradores compulsivos, adoptando todo lo que haya de nuevo, por el sólo hecho de hacerlo.
Entonces, ¿cómo hacemos para decidir adoptar estos recursos adecuadamente y cómo no hacerlo compulsivamente?
Tanto si estamos en el área educativa, profesional, corporativa, o hasta incluso recreativa, todo se circunscribe a comenzar con un fin en la mente. Si no tenemos en claro los objetivos que perseguimos en el uso de la tecnología, entonces estamos caminando sin rumbo fijo, hacia donde la marea nos lleve. Y seguramente esto no es lo que esperamos. Al menos, no cuando esperamos resultados tan matemáticos como un ROI que justifique los esfuerzos.
He visto muchas veces, en muchas áreas, la iniciativa de adoptar recursos 2.0 y no saber para qué exactamente, sino sólo porque están disponibles, a veces incluso gratuitamente, en Internet. En estos casos “gratis” parece sinónimo de “debes usarme de alguna forma”.
Siempre empecemos con un fin en la mente y luego evaluemos las herramientas que tenemos a disposición.
Toda planificación conlleva la elaboración de objetivos hacia el cuál enfocar los esfuerzos. Si alguna vez se siente perdido ante una decisión, vuelva al objetivo. Reléalo una y otra vez. Si el objetivo está bien explicitado, entonces no debieran quedar dudas acerca de qué tecnologías adoptar.
Trabajando para escuelas he descubierto muchas veces que hay afán de incorporar herramientas, y cuando están disponibles, no se las usa, porque no se sabe con qué fines pedagógicos usarlas. Ni cómo integrarlas a la currícula. Entonces debiéramos volver a los objetivos educativos incluso institucionales para poder implementar un plan de acción consecuente, que dicte la necesidad de adoptar tal o cual tecnología.
Cuando los planes de marketing incluyen uso de herramientas sociales, asegurémonos que las incluyen por una buena razón, enmarcadas dentro de un proyecto de marketing general de la empresa, que las contenga. Esta inclusión no debería ser algo descolgado de las estrategias generales de mercadeo. De ser así, estamos sin rumbo preciso.
Los objetivos debieran ser SMART (por sus siglas en inglés):
– Específicas: no debe quedar duda de qué se debe lograr
– Mensurables: debemos seleccionar parámetros cualitativos y cuantitativos que nos permitan medir cuan cerca o lejos estamos de lograrlos
– Alcanzables: sabemos qué pasos nos llevarán al logro de los objetivos
– Realistas: contamos con los recursos para trabajar hacia los objetivos y entonces es algo que podemos lograr
– Temporal: o medible en el tiempo. Los objetivos deben tener hitos especificados en el tiempo para evaluar su logro, y poder corregir desvíos.
Así es que: “Promocionar mis productos en medios sociales” no es un buen objetivo. No es mensurable tal cual está especificado y no es suficientemente específica. “Aumentar las ventas en un 10% los próximos 3 meses a través de presencia en medios sociales seleccionados” sí los es. (Y debiera formar parte de un plan de marketing específico!) Puedo medir el % de aumento en ventas. Sé cuándo debo alcanzar ese %.
“Construir una wiki en la clase de historia argentina” quizás tampoco sea un objetivo lo suficientemente bien planteado. Qué tal si dijéramos “lograr actitud proactiva en la generación de conocimiento acerca de la historia de los presidentes argentinos, con la creación de una wiki participativa en la que todos los niños de 6to año deberán trabajar durante 2 meses”.
Parte de la planificación se centra en los objetivos generales. Pero parte de ella debe detallar los objetivos específicos.
Así pues, la adopción de una herramienta tecnológica tiene valor en tanto y cuanto podamos medir el éxito de su uso con parámetros concretos cuantitativos y cualitativos. No cualquier recurso será adecuado por ser muy conocido o ser el más moderno. Siempre volvamos a los objetivos. Ellos deberán guiarnos. Si no lo hicieran, es que la regla mnemotécnica SMART no ha sido puesta en práctica.
Por Natalia Plazaola
Tutora de Net-learning
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